
con alec empire me pasa lo mismo que con the durrutti column o the pop group: teórica y conceptualmente caen muy bien y molan mucho, pero rara vez tengo paciencia para tragarme sus discos del tirón. porque por mucho que me mentalice acabo sintiéndome una burguesa epatada y me entra una necesidad imperiosa de un estribillo simplón que venga a salvarme de tanta deconstrución actitudinal.
aunque lo que ocurrió ayer en el teatro alameda iba más bien de destrucción. resumen: el gurú del digital hardcore subido en un escenario toqueteando sintetizadores, manteniendo durante hora y media un nivel de ruido atronador y flanqueado por una señora de actitud fría que también pulsaba botoncitos sonoros y otro señor aparentemente anodino que lanzaba imágenes a una gran pantalla a ritmo trepidante. contado así puede parecer insoportable, pero, con esa paciencia que da conocerle la trayectoria y la teoría desde atari teenage riot, mirando con profundidad había mucho donde rascar.
porque las imágenes agolpadas podían agruparse en un discurso incoherente y no por ello inoportuno. guerras y manifestaciones en la cnn, palizas policiales, pelis de serie b, nazis, mujeres desnudas, monjas, crucifijos, islamistas, los clichés de las torres gemelas... resumen de la cultura postindustrial y un discurso anti- (-capitalista, -imperialista, -militarista, -americanista, -etc) tan deslavazado como debe serlo. es decir, un millón de piezas desgranadas para una argumentación aún por ensamblar, evitando las explicaciones totales que suelen hacer que la música política caiga en absurdo ridículo. y un muro sonoro lleno de matices perfectamente integrados, siguiendo el ritmo visual y acompañando las catársis con explosiones como la de un hitler que acaba con los sesos volados.
ahora bien, poner sobre el escenario todo esto cuando lo que el público busca es un subidón que siga el compás de lo que se acaba de meter por su nariz puede tener sus inconvenientes. cabría preguntarse si alec empire busca una doble lectura: por un lado convencer a esnobs posmodernos como yo y por otro hacer bailar a todos los presentes. ¿tiene sentido llevar la reivindicación a espacios habitualmente tan poco propicios para la reflexión? cierto es que cuando él empezó a hacer ruido la cultura rave venía a sustituir al punk como lugar de contracultura, ¿pero qué sentido tiene ya cuando hasta la cultura de club está demasiado manida para tener sentido? yo, quizá benevolente, me inclino a destacar lo acertado de mezclar revolución, juego y descontrol. y me convenzo.
cierto es que la última media hora se la podía haber ahorrado: mientras se iba caldeando, animando al público a hacer más y más ruido, las imágenes cada vez incluían más estrellas y planetas y la música más subidas y bajadas anfetamínicas. cuando la catársis la proporciona un big bang descafeinado (y pasamos de la metapolítica a la metafísica), la cosa deja de tener gracia. pero, insisto, la primera hora fue realmente interesante, extrema e inspiradora. lo que una se espera de alec empire: una bomba.
ah, el concierto estaba dentro del festival zemos98 y estefanía también lo reseña.