Me apetece retomar este blog de una forma algo distinta, recordando por qué quise empezarlo, en 2005: simplemente, hablar de la música que me gusta. Sin perderme en todas esas redes inabarcables, sin coolhunting ni clones bienintencionados, evitando el empacho y el hastío... voy a escribir de discos que me gustan, de grupos interesantes, de canciones buenas. Voy a hacer como Manolo, que cuenta el cómo y el cuándo pero no el porqué, y como los siete fans de Dusty Springfield, sin más criterio que lo que apetece. Y punto.
Toda esta autorreferencia viene al caso para introducir a un disco que va de eso: de pasárselo bien y hacer las cosas porque se tienen ganas, superando el atasco nihilista pero siendo completamente consciente de que fuera de nuestra burbuja todo es una mierda. Paro, siesta, días de fiesta es el disco póstumo de TCR, el grupo más ácido del pop hispanocantante, y es ante todo una obra de madurez. Madurez es el eufemismo para decir que nos hacemos viejos: el letrista coloca al oyente cómplice en un lugar, por encima del bien y demasiado cerca del mal, desde el que nada reluce pero todo encaja, o más o menos, al menos.
"Un verano entero mascando chicle, puro declive". TCR, cuatro chavales de Barcelona, llegaron en un momento, allá por el 98, en el que los indies se rebelaban contra la aburrida costumbre de mirarse los zapatos y cantar en inglés. No me detendré en recontar lo del tontipop, pero desde luego que tuvo algo que ver en que su primer disco, TCR, quedara condenado a que hasta su discográfica, la siempre oportunista Subterfuge, asegurara que "no parará de sonar en todas las tiendas de caramelos y golosinas". Pues no, lo de TCR no iba por ahí, ellos deberían no haber parado de sonar en sitios donde se consumieran porros, cocaína, vino y caviar a partes iguales. Entre el primerizo himno generacional ¡Es pop, mamá! y el certificado de defunción que cierra este segundo disco, P.O.P., no hay más abismo que el de crecer en actitud y en tener las cosas claras. Si TCR molan, es porque saben bien lo que no quieren. Puro punk.
"Ya no soy joven, ya no soy punk". El gran salto de este segundo disco, en mi opinión, es meramente instrumental: sin Felipe Fresón ya en el grupo, suenan más compactos, más redondos, sin sacrificar el encantador desafino lo-fi. Ahora sí podemos hablar de una forma personal de mezclar a las Ronettes con los Buzzcocks o a Comet Gain con Jonathan Richman que sólo puede beber de una referencia clara, los TV Personalities que versionearon en Sangre en el Apolo (y otras tantas veces en directo). Nos queremos cargar a los pseudo-punks pijos de nuestra calse, a los becarios modernos que comentan discos, a los que opinan en fanzines gagá y a Ariadna -que nos parece más bien normalita y fuera de onda- porque nuestro único e indiscutible ídolo es Dan Treacy. Muera el resto. Puro punk, de nuevo.
"Te confieso que lo que siempre quise es marcharme y dejarlo todo por terminar". Y ahí que lo dejaron, con el despelleje de la escena patria a medio hacer, sin decir la última palabra. Contaba Karpov que le gusta repetirse para sus adentros que "TCR existieron, que en este país hubo un grupo tocado por la gracia, por la razón y por la ira". Nos encanta repetírnoslo, porque luego han llegado otros, como Grande-Marlaska, Los Punsetes o Espanto, que molan mucho pero que a su lado languidecen. Y la gente, mirando para otro lado, buscando obras maestras en lo sublime y dejando que los Incrucificables pasen aún más desapercibicidos. Pero lo que TCR tuvieron, los grupos a los que encumbra "la gente" no lo pueden tener, "pues son músicos serios y no tienen remedio". Lo de ellos es HARTE, con hache.
Paro, siesta, días de fiesta de TCR (Subterfuge, 2001). Descargar
jajaja, miralos que jovencitos y que pelos el gabi, y luego se quejan que no iba nadie a verlos en concierto.... pues anda que no hay fans todavia del grupo!
ResponderEliminarMe alegro de que estés de vuelta. Y si todas las entradas van a ser como ésta,¡qué maravilla!
ResponderEliminarSaludos
Celebro tu regreso...
ResponderEliminarA mí Grande-Marlaska me parecen un globo: llenos de aire (ergo de nada), hasta que pinchen y salgan volando. No encuentro la gracia ni la chicha a su mensaje político, y de toda su ristra de epés y elepés apenas me gusta una canción, aquella primera de la guitarrita, cuyo título no recuerdo pero cuyo contenido sí que me gustó.
Eso sí, todos los medios (esos tan poco gafapastas de apariencia y perroflautas de alma) haciéndoles la ola, con la cantidad de gente que merece la pena por ahí...
mañana lo leo, que ahora toca acostarse, pero me encanta que vuelvas y con este diseño tan brutal, que es el mejor que le he visto a un blog (de verdad que lo pienso).
ResponderEliminara dormir y mañana... dias de fiesta.
Eso, eso ¡¡¡los TCR!!!
ResponderEliminarPero yo no los lloraría aún, que ahí ¿están? los Incrucificables haciendo unas canciones tremendas.
Saludos, muy curioso el link al directo, nunca pude verlos.
Fantastico recordatorio, Marta.Hoy he vuelto a escuchar el disco y me ha sorprendido lo maravilloso que sigue sonando todo. No he podido evitar retrotaerme al insolito directo con Hello Cuca en el Nasti, o el malrrollista concierto en El Sol. O a aquella sensación de hermandad con Jose, Susana y los suyos y la satisfacción de pensar "jope, pero si dan sopas con ondas a los comet gain". Sin duda un disco mágico magiquísimo.
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